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Algunas cosas mías...

Algunas cosas mías...

En busca del paraíso perdido.


una linda historia entre personas que se aman

Publicado por wendy activado 21 Abril 2009, 18:52pm

Etiquetas: #para ti para quien mas

SIEMPRE PENSÉ, QUE YA NOS HABIAMOS VISTO EN ALGUN LUGAR EN LOS CONFIENES DEL INMENSO UNIVERSO, Y ESTA HISTORIA ME HACE SENTIRME SATISFECHA POR LO QUE NOS TOCA, ESPERO ME ENTIENDAS Y NO LO RECIBAS COMO UNA AGRESIÓN.


cOMO YA TE LO DIJE, SIEMPRE TE VOY A  AMAR, Y ESTARÈ AHÌ CUANDO TU ASI LO PIDAS Y LO DESEES

 

Una bonita historia acerca del padre y del hijo...

Hubo una vez en el planeta tierra el padre. Ahora no era todavía le padre pero esperaba serlo, pues el nacimiento de un hijo era inminente. Confiaba que fuera un hijo varón ya que tenia grandes planes para el. Era carpintero y deseaba enseñarle el oficio a si hijo. "Oh tengo tantas cosas que enseñarle, como todos lo trucos del oficio y se que sentirá excitado y que perpetuara el linaje de nuestro oficio en esta familia", pensaba para sus adentros. Cuando se produjo el nacimiento y fue realmente un hijo varón, se sintió abrumado de la alegría. "Este es mi hijo", le grito a todo el mundo. Este es aquel que perpetuará el linaje de la familia. Este es el que llevará mi nombre. "Este es el nuevo gran carpintero, pues yo le enseñaré todo lo que sé, pasaremos un gran tiempo mi hijo y yo".

A medida que el bebe creció y se hizo mayor, empezó a amar a su padre. Pues su padre lo adoraba, lo levantaba a cada oportunidad que se le presentaba, y le decía: "Hijo, espera a que pueda compartir contigo todas estas cosas. te van a gustar mucho. Compartirás nuestro linaje y el de nuestro oficio y el de nuestra familia y nos sentiremos muy orgullosos de incluso después de que yo me haya marchado". Pero a lo largo del camino, sucedió algo insólito. A medida que progresaba la vida, el hijo se sintió sofocado por la atención del padre, y empezó a tener la sensación de que él tenía su propio camino que seguir, aunque el hijo no lo reconoció con estas mismas palabras. Empezó entonces a rebelarse. Cuando el hijo alcanzó la edad de 10 años, ya no se mostraba interesado por lo que el padre tenía que decirle acerca de la carpintería o del linaje. Y entonces le dijo así padre: “Padre, le ruego que me honre; tengo mis propios deseos y apetencias. Hay cosas por las que me siento interesado y que no tiene nada que ver con la carpintería.” Su padre que no podría creer lo que estaba oyendo, le dijo: “Pero hijo, es que no comprendes. Mira, yo soy más sabio que tú, y puedo tomar decisiones en tu nombre. Permíteme enseñarte estas cosas. Confía en mí. Permíteme ser lo que se supone que debo ser, como tu maestro y pasaremos un estupendo tiempo tu y yo”.

 

A lo que el hijo replicó: “Yo no lo veo de ese modo, padre. No  deseo ser carpintero y no deseo herir tus sentimientos, señor, pero tengo mi propio camino que seguir y deseo hacerlo”. Esa fue la última ves que el hijo llamó “señor” a su padre, pues el honor entre el padre y el hijo se deterioró gradualmente y disminuyó hasta que se convirtió en un vació lleno de negrura y oscuridad.

 

A medida que fue creciendo, se fue dando cuenta de que el padre seguía acosándolo para que se convirtiera en algo deseaba ser. Así pues, el hijo abandonó el hogar, sin despedirse siquiera del padre. En lugar de eso, le dejó una nota en la que le decía: “Te ruego que me dejes solo”. El padre se quedó mortificado. “Mi hijo, - pensó-. He pasado veinte años a que llegara este momento. Se suponía que el iba a hacerlo todo…, el carpintero, el gran maestro del oficio que llevaría mi nombre. Me siento avergonzado. ¡ha arruinado mi vida!”. Y el hijo a lo largo de su vida, pensó en su padre: “Ese hombre ha arruinado mi infancia y me ha configurado para ser algo que yo no he elegido ser. Y he decidido no sentir afecto por el”. Y así fue, como se produjo cólera y odio entre el padre y el hijo y eso permaneció en sus vidas hasta la muerte. Y cuando el hijo tuvo un hijo propio, y una hermosa hija, pensó: “Quizá, solo quizá, debería invitar a mi padre a ver a esta hija de su linaje”. Pero luego reconsideró la idea al pensar: “No, este es el padre que arruinó mi infancia y que me odia. No voy a compartir nada con él”. Y de ese modo, el padre nunca conoció a su nieta.

 

Así sucedió que el padre murió a sus 83 años. Y en su lecho de muerte miro hacia atrás y pensó: “Quizá ahora en mi muerte parece inminente, llamaré a mi hijo”. Y así en el momento de sabiduría, cercana ya la muerte, sintiendo con su conocimiento y su intuición lo que se avecinaba, envió a buscar a su hijo. Pero recibió la respuesta de que su hijo no quería verle. “No me importa lo que te pase, has arruinado mi vida. Permanece alejado de mí. Me alegrare con tu muerte”. ¡Oh, cuanto odio y cuanta cólera había en ello!

El hijo llevó una buena vida. Y también pasados lo ochenta años, murió rodeado por una familia que le amaba tiernamente y lamentaba que su esencia ya no siguiera viviendo el planeta tierra. Y es aquí, queridos míos donde empieza la historia. Pues el hijo pasó a la cueva de la creación. Emprendió el camino que lleva tres días en el que tomó su esencia y su nombre y pasó al salón de honor. Y allí paso mucho tiempo en adoración donde literalmente millones de entidades en un estudio que ni siquiera se pueden imaginar, lo honraron y le aplaudieron por todo aquello que debió pasar mientras estuvo en el planeta.

 

Como comprenderán, queridos míos ustedes han estado ahí antes. Así pues, el hijo estaba allí, recibiendo sus premios y los nuevos colores le fueron colocados en su energía, para que giraran con sus otros colores y mostrarán  a todos los que le rodeaban quien era. Y cuando  terminó el tiempo, el hijo , revestido con el mando de la verdadera entidad que era como entidad universal, entró  en una zona donde vio inmediatamente a su mejor amigo, Daniel…, aquel que había dejado para acudir al planeta tierra. Y vio a Daniel en el otro lado del vacío y exclamó: “!eres tú! ¡te he echado de menos!”. Y se juntaron, por así decirlo y se abrazaron mezclando sus energías. Ya si fueron con gran alegría como hablaron de los viejos tiempos antes de que el hijo acudiera a la Tierra.

 

Mientras retozaba con su amigo Daniel por el Universo, un día le dijo: “¿sabes Daniel que fuiste un gran padre sobre la Tierra?” y Daniel le dijo: “Mi mejor amigo, tú fuiste un hijo maravilloso, ¿no fue extraño todo aquello  por lo que tuvimos que pasar como humanos? ¿Cómo pudo ser la dualidad tan compleja que nos separó como buenos amigos mientras estuvimos en la Tierra? ¿Cómo pudo suceder algo así?”. A lo que el antiguo hijo respondió: “Oh, eso sucedió así por que el velo era tan fuerte que ni siquiera sabíamos quienes éramos realmente”.

 

“Pero la planificación  funcionó perfectamente, ¿verdad?” pregunto el antiguo hijo. “Si, funcionó muy bien -replico Daniel- , puesto que ni siquiera tuvimos un atisbo de la verdad acerca de quien éramos.”

 

Y así, dejamos a estas dos entidades que se dirigen a la siguiente sesión de planificación en la Tierra. Y escuchamos a uno de ellos diciendo: “!Oh, hagámoslo de nuevo! Solo que esta vez yo seré la madre y tú serás la hija.”

 

Esta preciosa historia se cuenta para ustedes que están leyendo y que necesitan reconocer el don del que están teniendo en sus vidas. O que todavía tiene que reconocer a su mejor amigo. Queridos míos fíjense bien en el amor que tuvieron estas dos entidades para acordar el pasar por esto. Les hemos ofrecido su ejemplo de cólera y de odio, pero eso no eran más que atributos karmicos. Eran temores que había que romper y les digo ahora que si el hijo o el padre su hubieran dado cuenta durante su vida en la Tierra, de quienes eran en realidad, habrían enfrentado el temor, el odio y la cólera y habrían surgido de ello con amor. El toro entonces, no habría resistido y las cosas habrían sido diferentes para ambos.

 

 


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